¿Son o no son los juguetes parte de la cultura?
Hace tan solo unas semanas, la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes ha iniciado una campaña para solicitar la declaración del juguete como producto de interés cultural, aludiendo a su valor pedagógico, socializador y humanizante. En su página DALE TIEMPO AL JUEGO encontrareis mucha información sobre el juego y los juguetes.
Porque aunque parezca imposible, nuestro país todavía no considera el juguete como producto cultural, cosa que sí hace con las industrias del audiovisual, la música y más recientemente, con el videojuego.
Poco después de la aprobación unánime de la consideración del videojuego como producto cultural por parte de la Comisión de Cultura del Gobierno de España, desde la editorial del boletín electrónico de MARINVA, me posicionaba a favor de ese mismo trato para el juguete, y ahora, vuelvo a hacerlo en esta página.
Desde mi punto de vista y experiencia, los juguetes, en tanto que objetos estimuladores del juego, no solo forman parte de la cultura, sino que están intrínsecamente unidas a ella desde el inicio de los tiempos.
Johan Huizinga, filósofo e historiador holandés (1872-1945) estudió y reflexionó en su libro HOMO LUDENS (1938) sobre la relación entre juego y cultura. Cito varios párrafos extraídos del prologo y contenido de este magnífico libro de referencia: «Porque no se trata, para mí, del lugar que al juego corresponda entre las demás manifestaciones de la cultura, sino en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego”; o esta otra: “La cultura humana brota del juego –como juego- y en él se desarrolla”.
De hecho, viendo jugar a los animales, podemos afirmar que el juego es más antiguo que la cultura, porque precede al ser humano. Sin embargo, solo los humanos y algunas otras especies animales muy cosmopolitas, mantenemos nuestra capacidad lúdica en todas las etapas de nuestra vida. Para Huizinga esta es una de las características específicas del ser humano: además de pensantes y hacedores, somos lúdicos.
En este sentido, si el juego precede al ser humano, el juguete viene de su mano y se nos presenta intrínsecamente vinculado. La historia de los juegos y juguetes es también la historia de la humanidad. La pelota, el yoyo, las, tabas, peonzas, muñecas… han acompañado a hombres y mujeres durante milenios con una permanencia e inmortalidad sorprendentes. ¿Pueden estos objetos, que han transcendido a la sociedad que los ha creado ser algo inútil, superfluo o banal? Por supuesto que no, y de eso van tomando conciencia poco a poco distintos estamentos.
La última buena noticia, nos llega del Consejo de la Unión Europea, en donde los pasados 19 y 20 de mayo se reunieron los ministros de educación, cultura, y juventud y adoptaron una serie de conclusiones relativas a la educación preescolar y la atención a la infancia, en las que se pone de relieve la importancia del juego en el desarrollo infantil.
Me sumo desde aquí a esta petición y comprometo mi granito de arena en la difusión del juguete como patrimonio cultural, y del juego como origen y parte de nuestra cultura, más allá de su pulsión biológica.
Acto reivindicativo de la AEFJ ante la sede del Ministerio de Cultura en Madrid, colocando 50 osos gigantes de peluche ataviados con una camiseta en la que se leía el lema «Soy cultura. El juguete Bien de Interés Cultural»
Pingback: Gamification, Del blog Imma Marín « Anna Forés
Pingback: “Gamification”: Cuando el juego enriquece cualquier experiencia | www.immamarin.com
según eso qué juguete se puede crear para representar la cultura de un país? ejemplo
Hola Sara, disculpa que haya tardado tanta la respuesta, pero tu comentario se quedó escondido.
En buena parte, los juguetes y juegos tradicionales nos hablan de la cultura que los crea. Por ejemplo el Monopoly es producto de una sociedad industrializada, urbana en donde jugamos con calles, casas y hoteles; difícilmente podría ser fruto de una sociedad agraria y rural. Por contra el juego del Awelé, en donde el objetivo consiste en hacerse con el máximo de semillas del contrario, nos traslada a una sociedad rural, en esta caso de el África Occidental.
Los materiales con los que se hacían estos juegos en su origen, también nos hablan de la sociedad que los construyó.
Imaginar ahora un juego que nos represente culturalmente tendría que apelar a aquello más característico e íntimo de nuestros valores e idiosincrasia, más allá de hablarnos del clima, la geografía, la cocina o la lengua.
Saludos cordiales y lúdicos!