Saltando a la comba

El sábado por la noche, mientras cenaba en la rambla de mi ciudad, pude disfrutar de uno de esos momentos que te devuelven a la infancia y te iluminan el futuro.

Cuatro madres acompañadas de sus hijas cenaban unas tapas mientras hablaban un poco de todo. La hijas, cinco niñas de entre nueve y doce años, tras engullir las tapas con coca-cola y, aburridas por la conversación de las madres, pasan a la acción i se instalan en medio de la rambla a jugar a las gomas. Hacía tiempo que no veía jugar a grupos de niñas de estas edades, y menos a las gomas. Me quedé gratamente sorprendida… ¡no conocía ninguno de los juegos a los que jugaban! Y mira que yo de pequeña era fan de este juego y dominaba todas las piruetas. Lo primero que me sorprendió fue que no eran dos las que aguantaban las gomas (haciendo de pasmarote fácilmente sustituible), sino que iban variando de número en función del juego y los acuerdos de grupo; a veces eran dos o tres o cuatro ¡o hasta cinco! Esta innovación no es ninguna tontería: en primer lugar, porque confirma la suposición de que nuestros niños y niñas tienen plenas competencias para imaginar y crear nuevos juegos y no quedarse estancados con los que se ha hecho siempre; en segundo lugar porque este cambio abre la puerta a nuevos juegos que permiten a todos los jugadores divertirse. Po último, favorece una forma de jugar donde la cooperación propia del juego y la competición se mezclan, difuminando así completamente la línea que las separa.

El grupo de niñas consiguió, sin esfuerzo aparente, organizarse de manera eficaz durante más de una hora: cambiando de juego, haciendo propuestas para cambiar el clásico… y sí, debatiendo cambios de normas, tomando acuerdos, etc. El nivel de civismo fue tan alto que hasta una de las niñas alertó al resto que vigilasen para no invadir la acera e impedir el paso a los peatones. Juego y aprendizajes espontáneos con armonía y sin conflictos, más allá de los que ocasiona el ponerse de acuerdo en un grupo de personas para un objetivo común.

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1 Comments

  1. Regina 20 septiembre, 2012 at 17:14

    Si, tal cual… y sin intervención desafortunada de los adultos… Hay que volver a aprender.. pero de los niños… La pregunta que surge es por qué entonces los adultos no lo logran o se enredan tanto cuando los niños con tanta simpleza logran todo esto que planteás…
    besos!!!

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