El pasado mes de septiembre tuve la suerte de poder viajar a Bogotá para participar del IV Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas, invitada por la Corporación Día de la Niñez, organizadora del encuentro. Des de aquí mi agradecimiento a Ruth Camelo e Irma Salazar.
En esta cuarta edición el debate se ha centrado en revisar la evolución de las ludotecas desde su mismo concepto, para reflexionar sobre su papel y aportación en el desarrollo social y sostenible y generar propuestas para ser incorporadas en los diversos escenarios donde los niños y las niñas participan o de los cuales se benefician: escuela, hospitales y centros culturales, entre otros.
Fueron tres días intensos, durante los cuales un nutrido grupo de ponentes y más de 500 participantes (educadores, ludotecarios, personal de la salud, maestros, etc.) provenientes de todos los rincones de Colombia hemos compartido experiencias, sumado energías y multiplicado ilusiones.
Antes de seguir, quisiera presentaros a varias de las ponentes, mujeres sabias y apasionadas del juego, con las que tuve la oportunidad de debatir y aprender: Tizuko Morchida, profesora titular de la Facultad de Educación de la Universidad de Sao Paulo, Chiqui González, ministra de innovacion y cultura de Santa Fé (Argentina) y Cinthia Morrison, vicepresidenta de la International Toy Library Association (ITLA).
Ahora sí, comparto aquí mi presentación en el Encuentro, dedicada a la Evolución y resignificación de las ludotecas y su adaptación a los cambios sociales emergentes:
El concepto de ludoteca nace hace 50 años, con una clara voluntad de favorecer el Derecho de los niños y niñas al juego. Es la ilusión de “socialización del juguete, entendido como un bien público” uno de los principales motores de la ludoteca desde sus inicios. Durante estos años las ludotecas han hecho un esfuerzo de adaptación, intentando profundizar en su misión para dar respuesta a las demandas emergentes.
En el inicio del siglo XXI nos encontramos con una sociedad que ha superado las necesidades materiales más inmediatas. Una sociedad más rica, en donde muchos niños y jóvenes no han conocido la escasez y en donde, por primera vez, muchos niños tienen más juguetes que tiempo para jugar. En este contexto, ¿tiene todavía sentido crear o mantener centros basados en proporcionar a los niños juguetes como bienes colectivos?
Si la ludoteca nace como medio para facilitar el derecho del niño al juego… ¿tienen hoy nuestros niños garantizado este derecho? ¿Son los juguetes la principal garantía del juego? ¿Está nuestra sociedad más comprometida con el valor educativo y de salud que supone el juego?
Sabemos la respuesta: que los niños tengan más acceso a los juguetes no ha supuesto que jueguen más o mejor. Sabemos que para jugar no sólo hacen falta juguetes, y que a jugar se aprende. Cada vez somos más los que definimos la misión de la ludoteca como la de aplicar técnicas y recursos que estimulen la capacidad de jugar de las personas, concibiendo así una educación para el juego, complementando y renovando el concepto de educar a través del juego. No es descabellado decir que nuestro modelo social todavía necesita más, si cabe, del juego como vía fundamental en la socialización del niño y del ser humano, estableciendo una clara conexión entre actividad lúdica y salud mental.
Si entendemos pues el concepto de ludoteca como un medio y no como finalidad en sí mismo, entenderemos que su pervivencia es, hoy por hoy, incuestionable. Sin embargo, los cambios sociales nos obligan a adecuar su concreción, la prioridad de sus funciones, los medios de los que nos serviremos para hacer frente a los nuevos objetivos, retos, etc. La ludoteca tiene el reto de salir fuera de sus cuatro paredes, de romper el corsé que le impone el espacio físico y de nuevamente imaginarse en otros entornos, como amplificador de las necesidades de juego y como espacio comunitario en el que niños y mayores se sientan más protagonistas que usuarios. La ludoteca debe también aprender a comunicar su misión, su filosofía, sus servicios, informando y persuadiendo. La ludoteca tiene el poder de influir y debe aprender a implicar a toda la sociedad: administración, empresas, maestros, familias, universidades, etc. Implicar a toda la sociedad en pro de un bien común.
Esta adaptación a los nuevos cambios sociales no debe, de ningún modo, banalizar, traicionar o relegar una de las características específicas de la ludoteca: el juego libre; quizá la ludoteca sea de los pocos espacios colectivos donde éste todavía pueda recrearse. Todas las posibles adaptaciones, tipo de propuestas etc., deben basarse en este principio, claramente diferenciador de cualquier otro tipo de servicio.
Tenemos una preciosa tarea entre manos: hacer prevalecer el tesoro más valioso que brinda la ludoteca: sin lugar a dudas, el placer de jugar. En palabras de Martine Mauriras Bousquet, ¡puro apetito de vivir!
¡Adelante Colombia!
Excelente presentación, Imma!
Hay que dar respuesta a las demandas emergentes, tanto en las ludotecas cómo en las escuelas y educación reglada de todo tipo y edades. Vivimos tiempos de cambios tecnológicos exponenciales y sus consecuencias sociales aceleradas, más velozmente que las propias generaciones. Volver a los orígenes ya, mediante el juego, la experimentación y los retos, aprender haciendo y jugando, tanto individualmente cómo en grupo, es el fundamento de los cambios que hay que afrontar en un futuro incierto. La mejor manera de predecir el futuro es crearlo ya. 😉
Un abrazo,
Toni
Gracias Toni,
Me siento como tu, comprometida en el presente, en la creación del futuro. Un reto que me parece apasionante.
no lo sabias que bueno este tas propuestas