Este post es la segunda entrega de una serie de entradas dedicadas a difundir la ponencia que ofrecí en la Jornada Académica, Lúdica y Cultural «Identidades Lúdicas de todos los tiempos y culturas» 2012, organizada por la Asociación IPA Argentina el pasado mes de agosto. Tal y como expliqué de forma extensa en el primer post de la serie, mi intervención consistió en una conferencia grabada en Barcelona, la cual estuvo dividida en 10 preguntas. Siendo pues este el segundo post de la serie, toca dar respuesta a la segunda pregunta: ¿es el juego o son los juegos los que traspasan fronteras culturales y temporales?
Pueblos, sociedades y culturas se manifiestan a través de su manera de jugar, es decir, de sus juegos. En ese sentido, los juegos son instituciones sociales, productos culturales inherentes a la actividad humana, con los que expresamos y desarrollamos nuestra actitud lúdica.
Si el juego nació el día anterior a la humanidad, los juegos y “juguetes” nacieron el día de después. Juegos como el tejo, la pelota, las tabas o el awelé deben tener un profundo significado ya que han acompañado a la humanidad durante siglos, atravesando la historia con una permanencia e inmortalidad sorprendente. ¿Puede un objeto, capaz de trascender a la civilización que lo ha creado, ser algo frívolo, inútil o banal? Sin duda que no.
Los juegos conectan con la necesidad de crecimiento, expresión y salud del ser humano y en ese sentido, trascienden espacios y tiempos. El juego es mágico… a cada edad nos gustan aquellos juegos que más necesita nuestro cuerpo o nuestra mente para crecer y desarrollarse. Y jugamos con aquello que nos rodea: naturaleza, materiales, nuestro cuerpo, los otros, las palabras, e incluso las ideas…
Jack Botermans* lo expresa de una manera muy bonita: “Cada día, en cada momento, se juega en los cuatro rincones del mundo. Los juegos constituyen una de las raras actividades humanas que consiguen trascender las monumentales barreras sociales, culturales, lingüísticas, políticas y geográficas que separan los diferentes pueblos de la tierra”.
El juego no tiene edad, ni entiende de jerarquías. Todos somos iguales delante del juego.
[Jack Boterman es autor del clásico “El libro de los juegos”.]