Este post es la sexta entrega de una serie de entradas dedicadas a difundir la ponencia que ofrecí en la Jornada Académica, Lúdica y Cultural «Identidades Lúdicas de todos los tiempos y culturas» 2012, organizada por la Asociación IPA Argentina en agosto de 2012. Tal y como expliqué de forma extensa en el primer post de la serie, mi intervención consistió en una conferencia grabada en Barcelona, la cual estuvo dividida en 10 preguntas. Siendo pues este el sexto post de la serie, toca dar respuesta a la sexta pregunta: ¿crees que los juegos populares son un camino preparatorio de la vida adulta?
Por supuesto, los juegos son un ensayo permanente de la vida adulta. Solo hace falta ver los niños jugando, por ejemplo al parchís/ludo: están haciendo algo más que aprender los números o practicar cálculo mental. Están también aprendiendo a respetar las normas, esperar tu turno, someterse a los resultados del azar, aceptar que vas a ganar o perder, generar defensas contra la frustración… todo eso es lo que se está aprendiendo cuando estamos jugando. Si vemos cualquier acción de un grupo de niños jugando de manera libre, poniéndose de acuerdo, decidir a qué van a jugar, qué roles van a interpretar, cuál va a ser la historia que van a imaginar… todo eso requiere una escuela de aprendizaje de civismo. Hay cantidad de cosas que tienen que ver con tomar decisiones, aceptar y escuchar a los demás. Se trata de aprendizajes que, de forma natural y espontánea, los niños ponen en práctica, aprenden y asimilan. El clásico “no te ajunto” de después de discutir quién va a empezar un juego, por ejemplo, ilustra esas formas de aprendizaje espontáneo, mucho más eficaces que un discurso de papá o mamà. Dicen los psicólogos que los niños aprenden de lo que viven y ven, no de lo que les decimos; y eso lo vemos constantemente en el juego. Los juegos populares, aquellos que juegan los niños en la calle y en el patio del colegio, son una escuela de sociabilidad, integración social, comunicación, aceptación de reglas comunes, ensayo de usos lingüísticos, actividades psicomotrices, descubrir y dominar el espacio, dominio del tiempo, conocimiento y control de uno mismo y de los demás, cooperación y de competición, la vivencia de la justicia e injusticia, la solidaridad, las ganas de superación, la aceptación del azar, de la diferencia, la relativización y la resistencia a la decepción. Los juegos son sin duda, herramientas potentisimas de transmisión cultural.
Quisiera leeros un texto de un antropólogo y pedagogo catalán, mallorquín para ser más exactos, que nos puede dar una idea de profundidad. Se trata de Gabriel Janer Manila: “Son, estos juegos, una herencia de nuestro pueblo que, porque había aprendido a jugar comunitariamente, ha sido capaz de crear bellas y extraordinarias formas de cultura. Hay un principio de placer en los actos más bellos de la vida de las personas. Y se trata, justamente, de rescatar este principio que ha movido desde siempre todo cuanto bueno ha hecho el hombre. Rescatar este principio y devolverlo a los niños y niñas de nuestro tiempo – ¿Quién podría dudarlo? – es un problema pedagógico“.