¿Os suena el nombre de Émile Burbidge? Pues resulta que es un niño canadiense, concretamente del Quebec, que con 12 años, acaba de ser nombrado “presidente de diversión general” de la filial canadiense , Toys ‘R’ Us, una de las mayores distribuidoras del mundo. El chaval ha sido escogido, entre muchos niños, a través de un proceso de selección que ha consistido en un vídeo en donde los aspirantes debían mostrar su pasión por los juguetes.
Émile se ha convertido en el director ejecutivo más joven del planeta. Su “contrato de trabajo” durará un año, en el cual deberá “probar los juguetes de la compañía, hacer recomendaciones y presentarlos a los medios”. Más o menos como Tom Hanks en la película “Big”. Seguro que la recordáis.
Sin duda una divertida y llamativa campaña de comunicación de Toys ‘R’ Us, si no fuera porque el protagonista es un niño y porque parece ser que a la propuesta en cuestión, no le vemos ningún problema. No sé en qué va a consistir la “jornada” de trabajo de Émile, pero el meros hecho de aceptar socialmente esa posibilidad me parece altamente perverso y peligroso.
Palabras de Émile, refiriéndose a su nuevo puesto, como “sé que se trata de un puesto muy importante y voy a trabajar duro para ser el mejor director ejecutivo de juegos”, a mí al menos me levantan muchas alertas. Por no hablar de Liz MacDonald, vicepresidente de Toys ‘R’ US, cuando afirma: “se presentaron muchos niños para ese puesto de trabajo” o “sabemos que él hará un gran trabajo”.
A mí, esta historia me hace resonar la afirmación de Tonucci “el mundo se está vaciando de infancia”. Ciertamente ¿estamos secuestrando la infancia? ¿No tenemos ya el mínimo pudor de tratar a los niños como adultos pequeñitos?
Y es que este tratamiento de adultos, parece que está marcando tendencia en la última década. Lo vemos en la proliferación de programas y concursos infantiles como MasterChef junior o La voz Kids, donde pueden participar niños y niñas de a partir de 8 años y donde el nivel de competitividad, estrés, e incluso sentimientos de humillación; es, para ellos, tan intenso como puede serlo en las versiones adultas. O en el famoseo y postureo de niños y niñas que, con poco más de 10 años, pueden llegar a tener miles de seguidores en instagram o youtube. Y por si fuera poco, podemos sumar también en el equipo de secuestradores a la propia escuela, centrada en el currículo académico, cada vez más extenso y exigente, en vez de en las necesidades de los niños y niñas. No es de extrañar que los diagnósticos de estrés infantil vayan en aumento.
¿Dónde queda la Declaración de los Derechos del niño de 1959, y más tarde, laConvención de 1989, en dónde pretendíamos proteger a la infancia? ¿No habíamos prohibido el trabajo y la explotación infantil? ¿Es, o no es ésta, una nueva manera de explotación de la infancia en la sociedad de la abundancia? ¿estamos convirtiendo a los niños en nuevos objetos de consumo?
Si os digo que el tiempo del juego es de vital importancia para el sano crecimiento de nuestros niños y niñas, no os descubro nada nuevo. Se lo oís decir a pedagogos, psicólogos, neurólogos y también pediatras. ¿Qué tal si nos lo tomamos más en serio y les damos permiso para jugar, permiso para ser niños? ¿Nos atrevemos a conectar con nuestro niño interior?
Os recomiendo
- El artículo de Luis Muiño ¿El fin de la infancia protegida? Publicado en el Magazine de La Vanguardia el pasado 29 de noviembre.
- El libro Brajo presión de Carl Honoré