Reflexiones del viaje a la India

El viaje a la India que hice la semana pasada ha sido un aire fresco que lo inunda todo. Intensidad de paisajes, olores, colores y sabores. Intensa la belleza y la pobreza, las ilusiones y las contradicciones, el deseo y el compromiso.

Las experiencias vividas allí han sido impactantes. El primer impacto ha sido el mismo grupo de mujeres que sin conocernos demasiado nos hemos embarcado en esta aventura. 29 compañeras de viaje (ahora amigas) de la Fundación FIDEM. Mujeres valientes, sensibles, emprendedoras, con propósito, que desde el minuto cero hemos sincronizado nuestros sentimientos, compartiendo vivencias, inquietudes, risas y también más de una lágrima. Nos unía la voluntad de apoyar el proyecto «Mujer en Mujer» de la Fundación Vicente Ferrer. Ahora nos une esto y mucho más.

Me salto los monumentos históricos, así como la cantidad de animales que conforman la vida cotidiana de pueblos y ciudades (vacas, búfalas, perros, monos, elefantes, pájaros de todo tipo …) y me voy directamente a la estancia en el campus de la Fundación Vicente Ferrer en Anantanpur. Allí hemos estado cuatro días y tres noches, compartiendo con los profesionales y voluntarios de la Fundación y conociendo los proyectos que tienen en marcha.

Las experiencias vividas todavía forman una maraña en mi cabeza y mi alma. Me cuesta expresar lo que siento y aún más concretar en qué me siento diferente.

Conocer las 34 mujeres que forman el shangams de Neritmela (del proyecto !Mujer a Mujer!) compartir conversación, conocer a través de las palabras y gestos como es su vida, sus necesidades, sus sueños… Algunas nos han querido enseñar sus casas, construidas por la FVF; otras han querido presentarnos incluso a sus maridos, orgullosas de la nueva relación que han logrado con ellos. Nos han mostrado ilusionadas sus proyectos de emprendimiento, lo que han podido hacer con los micro-créditos que han conseguido: comprar una vaca, 4 cabras, verduras para poder vender en la parada del bus… Una incluso ha montado un «chiringuito» en el pueblo. Sueños de supervivencia, problemas reales, donde nuestros problemas del primer mundo parecen bromas de mal gusto. Y allí estábamos compartiendo conversación y comida con ellas, sonriendo, abrazándonos y compartiendo un día que para las 64 será inolvidable.

Debería haber visto todo el pueblo alrededor de la escuela donde nos reunimos, expectantes y orgullosos de las mujeres de su shangams. Los más curiosos, los niños que nos miraban sonrientes y deseaba salir a nuestras fotos y enseñarnos lo que sabían hacer. La canción «Donna Donna» de Joan Baez, nos ha acompañado durante todo el viaje, reconvertida en Mujer en Mujer. Mujeres de aquí y de allí unidas por lazos invisibles, flexibles y fuertes como tallos de bambú.

La India no me ha dejado indiferente y espero que me mantenga con los sentidos bien despiertos, la empatía a flor de piel, y el agradecimiento inmenso en los ojos.

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1 Comments

  1. Xavier 23 octubre, 2016 at 14:52

    Imma, pmolt bonic, sentit i preciós el teu post sobre la India . . .gràcies per compartir-ho ¡!

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