Me parece que ya os lo he dicho, pero a mí ¡me encanta la fiesta de los Magos de Oriente! Y me gusta desde que empiezo a pensar qué voy a pedirles este año. Escribir la carta (algo que sigo haciendo) siempre me ha parecido una actividad muy gratificante, y no es que me haya costado un gran esfuerzo. De niña, me costaba decidir. En casa me contaban que a los Magos de Oriente podía pedirles lo que quisiera, aunque tenía que aceptar que ellos me trajeran lo que les pareciera. ¡Una buena forma de empezar a gestionar la frustración por adelantado! También me decían que, como ya tenían una edad, era mejor que no les mareara con demasiadas cosas, por si acaso se cansaban de leer o se hacían un lío. Y, por supuesto, que escribiera con buena caligrafía, que procurara no hacer faltas (al menos no faltar grandes, y que les contara cosas, que a los Magos de Oriente les encantaba conocer los gustos, las ilusiones y las preocupaciones de los niños que iban a visitar.
Así pues, escribir la carta era todo un reto. Lo primero y más importante era aprender a decidir. Todo no podía pedirlo, tenía que decidir. De manera que, más que pensar en aquello a lo que renunciaba, debía pensar muy bien qué era lo que me hacía más ilusión y empezar a priorizar, y explicar muy bien por qué aquella muñeca o aquel juego eran importantes para mí y cómo jugaría con ellos, cuándo y con quién. Pensar en todo esto me ayudaba, no solo a dar las explicaciones necesarias a los Reyes Magos para convencerles de que era lo que me tenían que llevar, sino también a escoger, priorizar y finalmente a decidir con convencimiento.
Debo confesaros que, aun así, nunca me trajeron todo lo que pedía. A veces, no lo echaba de menos, quizá porque tampoco me hacía mucha ilusión. Alguna otra vez sí me daba cuenta, pero era tanta la magia con que todos los regalos estaban presentados y la sorpresa por algo que me habían traído sin pedirlo (¡y que siempre acertaban!) que rápidamente dejaba de pasar lista para disfrutar del momento.
Los Magos de Oriente de mi casa siempre fueron muy listos. Sabían que a mí me encantaba abrir paquetes, o sea que se las ingeniaban para dejarse muchos regalos. Incluso un año abrí cuatro paquetes para conseguir la ropa de abrigo que había pedido para mi muñeca preferida: ¡uno con calcetines, uno con zapatos, uno con el abrigo y otro con el sombrero!
Todas estas vivencias se han mantenido vivas en mi casa a través de los Magos de Oriente, que les han traído los regalos a mis hijos y que ahora se los traen a mis nietas. Creo que ellos saben muy bien qué regalar a los niños del siglo XXI y, puestos a regalar juegos y juguetes, también saben cómo deben ser estos juegos y juguetes para que les den mucho juego.
Hablando de juegos y juguetes os dejo dos recursos más. El primero es «La vida de los juegos y de los juguetes», una campaña de sensibilización de la cooperativa Espai Ambiental, que tiene como objetivo educar la población en un consumo sostenible y responsable. Se despliega mediante un manifiesto, una guía de consumo responsable de juegos y juguetes, un blog con sugerencias, consejos, talleres y puntos informativos de sensibilización o la iniciativa Tablero de anuncios, donde podéis dar a los propios Magos de Oriente aquellos juegos y juguetes con los que ya no jugáis, siempre que estén en buen estado, por supuesto. Recibiréis una carta de agradecimiento de los propios Magos y las instrucciones para hacer la donación.
Ya lo veis, los Magos de Oriente cada vez, además de Magos, son más Sabios.
Ojalá, vuestros Magos sigan escuchando al niño que llevan dentro y disfruten de la fiesta con toda la familia. Esto es lo que pido yo este año para todos vosotros, tiempo para disfrutar juntos.