Así lo reconoce la Convención de Derechos de la Infancia. Es más, no solo lo reconoce, sino que define a qué se refiere cuando habla de juego. Y lo define así: Por juego infantil se entiende todo comportamiento, actividad o proceso iniciado, controlado y estructurado por los propios niños. Tiene lugar dondequiera y cuando quiera que se dé la oportunidad. Las personas que cuidan a los niños pueden contribuir a crear entornos propicios al juego, pero el juego mismo es voluntario, obedece a una motivación intrínseca y es un fin en sí mismo, no un medio para alcanzar un fin. (…) Aunque el juego se considera con frecuencia un elemento no esencial, el Comité reafirma que es una dimensión fundamental y vital del placer de la infancia, así como un componente indispensable del desarrollo físico, social, cognitivo, emocional y espiritual. Observación 17 (2013) sobre el derecho al juego elaborado por la Comisión de Derechos del Niño de NNUU.
No me canso de leerlo. De manera que, cada vez que lo releo, aparece en mi cabeza y en mi corazón un nuevo matiz, una nueva reflexión. Y me convenzo más de que el juego nos forma, nos conforma y nos transforma como personas a lo largo de toda la vida.
¡De toda la vida! Desde el nacimiento y durante toda la infancia y adolescencia, el juego, y específicamente el juego libre, es fundamental para nuestro sano desarrollo como personas. Porque los niños sanos juegan. Pero no solo ellos, también los niños hospitalizados, los niños en campos de refugiados, los niños de las favelas… Jugar no es optativo.
Jugar es un impulso primario y gratuito que nos empuja a explorar, investigar, descubrir, manipular, observar, imaginar, crear, discurrir, pensar (completad vosotros la lista de verbos…) el mundo que nos rodea para llegar a conocerlo, dominarlo y amarlo. Nadie ama lo que no conoce y los niños conocen su entorno jugando con él y en él. Con las manos, con los ojos, con la boca, ¡con todo su cuerpo y todo su ser!
Este conjunto de reflexiones las comparto en el reciente 3r Congreso Internacional de Educación Inicial organizado por la Secretaria de Educación Pública del Gobierno de México, la Organización de Estados Iberoamericanos y Unicef, donde, en un flash de 9 minutos, profundizo sobre la importancia del juego libre, específicamente en la etapa 0-3 años. Aquí lo tenéis.
Quiero acabar este post de la misma manera en que acabo mi intervención en el congreso: hablando de la importancia de nuestro rol como facilitadores de juego. Porque si ofrecer espacios estimuladores, disponer de tiempo de calidad y proporcionar materiales lúdicos adecuados es fundamental, todavía lo es más nuestra predisposición al juego. Me estoy refiriendo a la necesidad de:
- Facilitar esos espacios, tiempos y materiales para que se dé el juego.
- Cambiar y enriquecer frecuentemente los espacios y materiales de juego para mantener vivos la curiosidad y el estímulo.
- Reconocer y acoger los sentimientos y emociones que aparecen en el juego y darles su espacio. Y, por supuesto, ¡emocionarnos con ellos!
- Ofrecer herramientas para gestionar los conflictos que aparezcan. Porque no se trata de evitar los conflictos, sino de aprovecharlos como oportunidades educativas significativas.
- Respetar los ritmos y necesidades de cada criatura y aceptar sus diferentes tiempos y maneras de jugar. Sin olvidar que sus ritmos y tiempos suelen ser mucho más lentos que los nuestros.
En definitiva, confiar en su capacidad de autorregulación, “dejarles jugar”, como dice frecuentemente el maestro Tonucci y disfrutar de su juego. Sí, sí… ¡disfrutar de las criaturas y con ellas!
Solo falta el ingrediente que lo cubre todo, es decir, nuestra actitud lúdica: ese estado de ánimo propio de la persona que juega, que transciende la actividad de juego para convertirse en una actitud vital. (Pero de esto hablaré en un nuevo post).
El reto es grande. Nos lo propone Jerome Bruner cuando afirma: Estoy firmemente convencido de que un juego más elaborado, más rico y más prolongado en el tiempo, posibilita que crezcan seres humanos más completos*.
¡Yo me apunto!
Os dejo aquí un documento elaborado por la SEP (Secretaria Pública de Educación de Gobierno de México), titulado Educación inicial. Jugando se aprende, se aprende jugando (Manual para agentes educativos que atienden niños menores de 0 a 18 meses), que seguro que os va a inspirar.
*Bruner, Jerome, «Juego, pensamiento y lenguaje», en J. L. Linaza (comp.), Acción, Pensamiento y Lenguaje, Alianza Psicología, México, 1986, p.211-219.